viernes, 28 de diciembre de 2007

El último invierno de los elfos dorados: EPÍLOGO

La niebla se ha disipado. Hace ya unos minutos que el carro de Theodorus y su ejército de gárgolas desapareció en el cielo. Sobre una roca cubierta en parte por hierba y nieve, Melwasúl, el elfo verde, y Ghoreus, el guerrero enano, atienden las heridas de Orvar Korghan. "Vivirá", dice el elfo. Ghoreus, su primo, quien acaba de vencerlo en un combate singular, asiente en silencio.

El sol de fines de invierno entibia la ribera oeste del río Estigia, donde los héroes se mantienen silenciosos, sumidos en sus propias cavilaciones. Trishna, aún en brazos de su padre, se acerca a Hathol. La elfa, aún debilitada por las semanas de cautiverio y el tiempo que pasó sedada por el trono de carne, titubea al dirigirse a su amigo pirata.

—Hathol... ¿Cómo crees que estará nuestro hijo, nuestro amado Caranthir?
—Caranthir ya es un hombre, Trishna. No deberías preocuparte por él: los piratas sabrán cuidarlo.
—Quizás... quizás debiera ir al sur...
—Tranquila, hija mía —dice Numentarë, con los ojos enrojecidos—. Estás débil. Debes permitir que te cuide... Lidia estará feliz de recibirte.

La elfa respira y asiente. Es incapaz de andar sola todavía.

Mientras tanto, Kirón, el elfo verde rescatado de las mazmorras del castillo Horia, se acerca a su hermana de clan, Ylla. En su rostro hirsuto aún se lee la rabia que le provocó el que no le dejaran alzar su ethaia contra un solo humano.

—Ylla —dice Kirón—. Hablo en nombre de nuestro clan: nuestros hermanos perdonarán tu afrenta en cuanto les cuente que rescataste a un valioso guerrero y a una hermana con su hijo en brazos. Vuelve a Gallen con nosotros y ayúdanos a proteger la frontera contra este hechicero oscuro. Lucharemos por nuestro pueblo y nuestros primos, los seres del bosque, defendiendo hasta la muerte las tierras de Gaia. Nos lavaremos las manos con la sangre de los humanos.

Kirón dice la última frase con el puño cerrado, temblando de rabia. Numentarë, que oye la prédica del elfo verde sólo sacude la cabeza. Escarcha, con su morro junto a la cintura de Ylla, mira a Kirón con rostro interrogante y luego vuelve su mirada turquesa a su amiga. Ella hace un extraño gesto y mira a sus amigos. Sabe que no puede regresar a Gallen, no después de todo lo que ha vivido, de todo lo que ha descubierto.

Mientras tanto, Melwasúl, escrutando el horizonte, anuncia con voz tranquila que se aproxima una barca. El grupo levanta la vista: se trata, en efecto, de una barca de los elfos verdes, con espacio de sobra para transportar a todo el grupo a la ribera oriente, donde se erige el bosque de Gallen, aún verde, aún esperanzado de triunfar en la guerra.

El futuro se muestra incierto, nebuloso. Algunos miembros del grupo se saben despreciados por la alianza, pero no todos han optado por un camino...
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