martes, 31 de agosto de 2010

El alzamiento de los valaquianos

Los héroes llegaron, sin saber cómo, al valle de Vinnogard en busca de las aguas curativas que podían sanarlos de la peste gris, que ya ha contagiado a cinco de ellos. En su exploración del valle, descubrieron que Esmeralda, Boltonar, Jared y Puño de Ogro han estado azuzando a los campesinos para rebelarse contra el barón florentino que controla el feudo.

La cabeza sanguinolenta observa la fortaleza invadida con los ojos en blanco. El campesino alza la pica para que todos puedan verla y gritar victoria.

-¡Mueran los florentinos!
-¡Viva Valaquia!
-¿No querías impuestos, barón? ¡Tómalos!

Una mujer le echa un puñado de monedas de cobre a la boca abierta en un rictus de espanto. Todos ríen. La esposa y las hijas del barón son arrojadas a la muchedumbre.

-¡Las putas florentinas son para mí!
-¡Ja ja ja! ¿No les gustaban tanto los bailes? ¡Ahora nosotros bailamos para ustedes!

Los campesinos alzan sus horcas y picas y bailan alrededor de las aterradas mujeres, escupiéndoles, orinándoles y amenazándolas con cuchillos. La única que les hace frente es la madre, una mujer alta y de mirada furibunda.

-¡Váyanse de aquí! ¡Dejen a mis hijas tranquilas!

La mujer golpea a un campesino y le quita el cuchillo. Amenaza a los demás: sus manos tiemblan, pero mantienen firmemente agarrada la corta hoja. Los campesinos ríen y continúan su danza. Un solo golpe de palo basta para hacerle soltar el cuchillo y entonces los hombres se abalanzan sobre las mujeres.

-¿Es necesario que las violen? ¿No bastaba con matarlas? -pregunta Boltonar.
-Que hagan lo que quieran -dice Esmeralda-. Necesitan hacer fiesta con la sangre derramada. Todos deben sentirse parte de la masacre o se cuestionarán sus acciones.
-Me dan escalofríos. Las hijas del barón son sólo unas niñas.
-Sí. Y después las matarán lentamente -Esmeralda habla con tranquilidad. A Boltonar le parece que incluso disfruta el espectáculo.

El halfling desvía la mirada. La batalla aún no termina. Aún hay una torre del alcázar controlada por los soldados florentinos, pero los villanos de Vinnogard los tienen acorralados. El halcón gris vuela fuera de los muros de la fortaleza.

-Puño de Ogro salió -dice Boltonar-. Algunos soldados deben haber escapado. ¿Quieres que lo ayude?

Esmeralda se encoge de hombros.

-¿Para qué? No eres capaz ni de distinguir a un aliado de un enemigo.
-No me vengas con eso ahora. ¿Cómo podía sospechar que eran ellos? Suponíamos que estarían en las montañas, buscando al dragón. Además también te engañaron a ti, y eso que ya estabas sobre aviso. ¿No se llevaron acaso todas las redomas con el agua curativa?

La bruja aprieta los puños hasta que los nudillos se le ponen blancos. Esos malditos elfos y su enano-mascota se habían burlado de ella. Hicieron prisionero al halfling, les sacaron información sobre los planes de Mu Th'arr, mataron a Jared, consiguieron curarse de la peste gris, descubrieron a Demian, el espía, y lo eliminaron. Los elfos eran mucho más astutos de lo que creía... Y mucho más poderosos.

La druidesa podía transformarse en dragón. ¿Cómo era posible que dominara magia de niveles tan elevados? ¿Era posible que hubiesen burlado a Mu Th'arr, que los elfos hubiesen ocultado su verdadero poder incluso al escrutinio psíquico del illithid?

-Esos elfos son muy peligrosos, Esmeralda -el halfling observaba ahora a un par de campesinos peleándose por los aros que le habían arrancado de las orejas a la hija menor del barón-. Si no hubiese sido porque teníamos a todo el pueblo de nuestro lado, nos habrían derrotado. Y la montaraz esa, ¿Anädheleth, no se llama? Rompió tu hechizo sobre el elfo dorado. No podemos vencerlos solos: tenemos que reunirnos con Necratos y el resto del grupo.
-Esa maldita montaraz... El vínculo sigue ahí: puedo sentir a Eleion a través de él, pero no puedo volver a controlarlo si la elfa lo ayuda de nuevo. ¿Cómo pudo haberlo hecho? Es imposible que domine la magia necesaria para romper mi hechizo.
-Quién sabe. Quizás simplemente tenía el objeto mágico apropiado.

¡Eso era! El halfling tenía razón. ¿Cómo no lo había pensado antes? Cuando estudió a la montaraz creyó que se trataba de unos simples aros de carisma. Pero ahora que los había visto en acción... ¿Serían acaso los legendarios Pendientes de Venus, de los que hablaba un escrito sardiano?

-Si es así, tendrán que ser míos -dice para sí misma.
-Hay que informar a Mu Th'arr de lo que pasó. ¿Le enviamos un mensaje a Necratos?
-Cállate Boltonar. Necesito pensar.

Pero no se le ocurre nada. ¿Qué planean los elfos? ¿Acaso tratarán de romper la alianza de los druidas con Mu Th'arr? ¿Intentarán regresar al Colmillo de Rork para asesinar al illithid? ¿Cuánto les había contado Demian? ¿Sabían algo de Angrbodd? ¿Qué había pasado con el dragón? Mientras tenía a Eleion bajo su dominio, Esmeralda averiguó que los elfos habían llegado a la guarida del dragón y trataron de convencerlo de que se uniera a ellos. ¿Serán capaces de conseguirse un aliado tan poderoso? Balanus es una pieza clave en los planes de Mu Th'arr. Si los elfos ya no se lo van a entregar... ¿Cómo atraparlo, cómo ponerle el collar de Tiamat?

Una explosión. Los florentinos acorralados arrojan bombas de pólvora contra los campesinos. Estos se alejan de la torre como conejos. ¿Es que todo tiene que hacerlo ella? La muchacha camina recto hacia la torre. Los villanos no tropiezan con ella ni por casualidad, como si una fuerza invisible los alejara de su camino. Disparos. Un hombre cae a su lado, fulminado por una bala. Otro se arrastra con una pierna inutilizada, sangrante. Esmeralda observa las troneras: los soldados están apuntando sus arcabuces contra ella.

-Cúbranme -dice la muchacha.

Los campesinos y milicianos de Vinnogard rodean a la bella Esmeralda con una determinación que hace vacilar a los florentinos. Unos segundos después se escucha la orden de "¡fuego!" en latín y una descarga de arcabuces derriba al escudo humano de la mujer. Los heridos se levantan para recibir otro disparo, mientras otros hombres y mujeres de los alrededores rodean a la muchacha para entregar gustosamente sus vidas. La bruja se demora. Se toma su tiempo en pensar qué conjuro sería el más efectivo y espectacular. ¿Una bola de fuego? No, es demasiado esperable. ¿Un golpe de rayo? No. ¿Por qué hacer algo que cualquier druida puede hacer? Ah, un rayo prismático sería ideal... Pero carece de teatralidad. ¿Cómo puede ser intimidante un arcoiris? Otro puñado personas caen fulminadas por los disparos, pero el doble de los caídos la rodea para protegerla otra vez. ¿Locura? No, acabarían matándose entre ellos. Eso sería divertido, pero necesitaba algo más físico. Algo que le permitiera descargar la ira que sentía. Algo como...

-Ya sé.

Esmeralda hace unos simples gestos arcanos y pronuncia palabras ininteligibles. Entonces se desvanece en el aire. Los soldados florentinos gritan victoria, seguros de que la han ahuyentado. Por unos segundos, los villanos de Vinnogard quedan confundidos, preguntándose en verdad si su líder no ha huido, dejándolos a merced de sus enemigos.

Y entonces lo oyen.

Es el rugido de una bestia. Es un grito de guerra que parece provenir de los pozos infernales, un aullido demencial que quiebra el aire y les hace llorar de terror. Es como si toda la desesperación de la humanidad se concentrara en un solo sonido y les arrancara el alma para pisotearla.

-Auch -dice Boltonar simplemente-. Los florentinos estarán deseando no haber nacido.

Gritos. La torre se llena de gritos de espanto. Disparos, súplicas desesperadas. Un hombre sale disparado por una de las ventanas superiores, agitándose en el aire como un muñeco desarticulado antes de caer al suelo y que su cabeza se parta como un melón. Algunos hombres lloran por clemencia, pero sólo les responde el grito de una bestia demente, que pareciera reírse mientras hace gárgaras con la sangre florentina. Se escuchan huesos partirse como nueces, se ve un brazo desgarrado deslizándose por una tronera, medio cuerpo quedar colgando de sus tripas por una ventana.

La gente está hipnotizada observando la torre. Han dejado de bailar y cantar. La esposa del barón se arrastra desnuda sobre los charcos de sangre de sus hijas mirando a la torre mientras repite una y otra vez "mátame mátame mátame".

Y, tan súbitamente como el horror empezó, se hace el silencio. El halfling se siente aún más inquieto. La puerta de la torre se mueve, cruje suavemente y se abre. Esmeralda sale del interior bien peinada, sonriendo más tranquila que nunca. Su vestido está desgarrado y muestra descaradamente su voluptuoso cuerpo. La gente de Vinnogard se alza en vítores: la llaman "la heroína", "la salvadora", "el azote de Florencia"... Boltonar simplemente asiente en silencio. La bruja lo intimida. De ella mana un poder fuera de este mundo. Ha conocido muchos hechiceros, pero nunca a uno cuyos poderes arcanos fuesen tan... antinaturales.

-Puño de Ogro -Esmeralda pronuncia el nombre mientras camina hacia el centro del patio. Boltonar no se había percatado de que el montaraz de los ojos grises estaba a unos pasos de él. ¿En qué momento había regresado?
-Esmeralda -responde secamente.
-¿Escapó alguien?
-Lo intentaron.

La bruja sonríe. Está satisfecha con su aliado. Sus servicios cuestan una fortuna, pero por suerte no es ella quien los paga.

-Volvamos a la posada -dice la bruja-. Quiero descansar y que planeemos los pasos a seguir.
-¿No vamos a dar caza a los elfos? -Puño de Ogro acaricia la empuñadura de Cortaorejas.
-No lo sé. Debemos consultarlo con Necratos.
-Ya no hay nada más que hacer aquí.
-Aún no podemos irnos -insiste Esmeralda-. Tengo que organizar a la gente, prepararla para la guerra que se avecina...
-Yo no tengo nada que hacer allí -el montaraz recibe a su halcón gris en el antebrazo y le da de comer-. Los florentinos ya murieron. Yo voy a cazar elfos.

Esmeralda lo amenaza. Puño de Ogro se ríe y se va. Al retirarse, pisa inadvertidamente una pierna de la esposa del barón, que se queja con debilidad mientras sigue arrastrándose hacia Esmeralda.

-Mátame, mátame... Por favor mátame -le dice, estirando una mano.
-Que no se me acerque, Boltonar -la bruja retrocede un paso.
-¿Acaso crees que soy tu criado? Pídeselo a tus campesinos, no a mí -el halfling se da media vuelta y se encarga de organizar a los rebeldes: les recomienda adueñarse del alcázar y aprovecharlo para vigilar el camino que va hacia el oeste.

-Mátame, mátame.
-¿De verdad crees que voy a cumplir tus deseos, puta?

Esmeralda se ríe. ¿Qué puede hacer con una noble florentina? De pronto se le ocurre. Se acerca a ella y le toma amorosamente el rostro entre las manos.

-No, puta florentina. La muerte es demasiado benévola para ti. Pero al mismo tiempo estás demasiado trastornada para serme útil. No, te voy a hacer un regalo. ¿Cuál era tu nombre? ¿Augustina?
-Mátame, mátame, mátame...
-No, Augustina. Ya no quieres morir. No todas tus hijas murieron: yo sobreviví. Yo soy tu última hija, Virginia. Sobreviví a la rebelión y ahora necesito que cuides de mí. Eso es. Mírame a los ojos, deja de sufrir. Eres mi madre y mi esclava ahora.

La mirada de la mujer se pierde en los ojos de Esmeralda. Su petición de muerte se apaga hasta convertirse en un murmullo ininteligible.

-¿Quién soy, Augustina?
-Virginia... mi hija... Virginia, hija mía, estás viva.

La mujer la abraza, llorando.

-Ya, Augustina -dice Esmeralda, riéndose-. Todo está bien.
-Hija mía, te salvaste, no te dejaré nunca, nunca...
-Está bien, Augustina. Ven, deja que mis amigos te curen, estás sangrando.
-No, no quiero separarme de ti...
-Tranquila, Augustina. Nos volveremos a ver esta noche. Ahora debes descansar.

La respiración de la mujer se suaviza. Esmeralda ordena a uno de los campesinos a que se la lleve a la posada, le venden las heridas y le den de comer.

No sería mala idea, piensa Esmeralda, tener un pequeño séquito de fieles esclavos.

-Nos volveremos a ver las caras, malditos elfos -dice la muchacha, montando a su unicornio negro.
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