martes, 7 de agosto de 2007

El acertijo del bardo

Mientras los aventureros investigaban por el paradero de Trishna Undomyanta en la Villa del Roble, un joven bardo se sentó en su mesa en la posada "El Lobo Perezoso". El bardo consiguió ver bajo sus disfraces y los reconoció como los héroes del Molodroth... ¿Quién es este extraño juglar y por qué les plantea aquel extraño acertijo?

La noche del 17 de febrero, los héroes regresan al “Lobo Perezoso” con dos prisioneros: dos hombres de la cofradía de los “Cuchillos Negros” que serán interrogados por Tip. Luego de encerrarlos en una habitación desocupada, regresan al salón principal de la posada, donde planifican su próximo paso: infiltrarse en la comisaría del distrito Oeste donde podrían tener prisionera a Trishna.
La discusión se acalora por momentos, mientras Numentarë expone su plan y Eleion lo increpa, acusándolo de irresponsabilidad para con el grupo debido a sus escapadas nocturnas y su abuso del vino. El grupo está tan absorto en sus asuntos que no se dan cuenta de que dos de los clientes se han puesto de pie y han saludado a los parroquianos, anunciando que tocarán algo de música. Sin mucho preámbulo, se sientan en el centro del salón: el hombre, un joven rubio de pelo largo, empieza a tocar una viola, mientras la mujer madura le acompaña con un gamshorn de sonido dulcísimo. Instantáneamente, los héroes dejan de discutir y prestan atención a los juglares, que mantienen a todos los clientes fascinados.

Esta es la historia de un joven huérfano en busca de su herencia, empieza el juglar joven.
El chico fue criado por un noble valacchiano empobrecido,
que había perdido a su mujer e hijos por la peste gris.
El noble crió al mozo como si de su sangre viniese,
y al morir le heredó todo lo que tenía:
una espada roída, un antiguo mapa y una llave de plata.
Fueron esos objetos de poco valor,
los que llevaron al dos veces huérfano a descubrir su verdadera herencia:
su habilidad para las artes arcanas y una marca de nacimiento,
que le llevaron donde su nuevo maestro, Granamüyr,
en las ruinas del Templo Por Siempre Ensombrecido.

Veintiún años después, el niño era ya un mago,
que recorría Terracogna haciendo amistad con elfos y salacios,
a quienes, en su madurez, despreciaría como enemigos.
Fue llamado Dragore por sus amigos,
el Peregrino Púrpura por sus enemigos.
Conoció a la bella princesa Ingrid de Valacchia,
a quien salvó del castillo de Morgus, Señor de los Cuervos.
El rey Volkrad, agradecido, ofreció al salvador recompensarle con lo que quisiera,
a lo que el joven mago contestó: “sólo pido la mano de vuestra hija”.
Ofendido, Volkrad quiso expulsar al joven de su palacio,
pero la princesa Ingrid, enamorada, escapó con él.
Siete días persiguieron los asesinos de Volkrad a la pareja,
y los encontró casados, en el pueblo de Konstanz.
Atacaron y fallaron el blanco,
matando a la mujer en lugar del hombre.
Ese mismo día, el joven mago apareció ante el trono de Volkrad,
cargando en sus brazos el cuerpo de su amada.
“Doce veces te maldigo, Volkrad de Valacchia.
Tus hijos te despreciarán, tu pueblo te odiará,
y morirás en manos de tu primogénito, quien borrará tu nombre de la tumba.
Tu primogénito también será despreciado por sus hijos,
sus súbditos también le odiarán,
y también morirá en manos de su primogénito,
quien, a su vez, borrará el nombre de su padre de la tumba.
Y así hasta que se completen doce muertes,
y tu dinastía se extinga para nunca más regresar al trono”.

Entonces el joven mago volvió a emprender su camino,
cargando a su amada muerta,
para enterrarla donde siempre cerca de él estaría.
y el rey Volkrad tembló,
sabiendo que no importaban los pocos años del Peregrino Púrpura,
ya que su maldición significaría el fin de su dinastía.

Los juglares acaban aquí su relato y los asistentes aplauden. Los héroes se quedan perplejos, preguntándose quién será ese bardo de voz armoniosa, cuya música les encoge el corazón y les acaricia los oídos.
A pedido del público, los juglares interpretan luego una balada que cuenta las hazañas de Octavius Oculumbra, Primer Tribuno de la Legión Florentina y defensor del río Estigia. El relato resulta vagamente familiar a los héroes, quienes reconocen haber participado, o al menos tener algún testimonio, de las batallas narradas en la canción. Cuando el bardo rubio canta la hazaña de cómo Oculumbra derrotó a un treant en el Valle de las Estrellas, Miarlith (quien se encuentra junto a Ylla, convertida en perro) se pone pálida, sintiendo deseos de morder al bardo y de ponerse a llorar: la batalla que el bardo relata es aquella en la que sus padres fueron muertos por la legión florentina, hace ya veinte años.
Los héroes, tensos, piensan en retirarse a sus aposentos, cansados de escuchar tantos elogios a la valentía de los florentinos. Pero cada vez que intentan ponerse en pie, la música les retiene. No pueden, o más bien no quieren irse de allí. Aunque se sienten abofeteados por el relato, los héroes sienten que nunca más tendrán la oportunidad de escuchar esa música, y eso les entristece.
Finalmente, la balada de Oculumbra termina y el público aplaude a rabiar. El juglar rubio saluda y, con amables palabras, los invita a ayudarles para poder pagar comida y alojamiento. Presurosamente, los parroquianos tienden lo que pueden entregar (algunos céntimos, unos escudos y uno que otro luciano) y lo depositan en el gorro del juglar.
La última mesa por la que pasan es la de los héroes. Éstos, confundidos, no saben si darle o no alguna moneda a los músicos. Numentarë, temiendo que el resto de la clientela se dé cuenta del desagrado que les produjo la música, da un codazo a Hathol y rebusca en su monedero.
—Tranquilo, elfo. No debes darme una moneda si no es lo que quieres.
Numentarë se pone pálido: ¿cómo pudo ese hombre ver a través de su disfraz? Nerviosos, los héroes llevan sus manos a las armas, esperando una emboscada. Pero en vez de eso, el juglar se pone a reír.
—Creo que está a punto de producirse un malentendido. No tenemos malas intenciones: no somos ni soldados de la legión, ni espías, ni miembros de ninguna cofradía, ni mercenarios contratados por Theodorus. Somos simples juglares que viajan de pueblo en pueblo cantando canciones y aprendiendo nuevas canciones para cantar. El que sepamos lo que son en realidad no nos hace enemigos, tal como el hecho de que cante lo que canto no me hace un partidario de Florencia.
Sonriendo, el juglar levanta su pelo dorado para mostrar a los héroes sus orejas levemente puntiagudas.
—Supongo que ahora entienden cómo me di cuenta de que son elfos. ¿Podemos sentarnos con ustedes? Hace mucho tiempo que no tengo oportunidad de charlar con alguien de Gallen.
Los héroes siguen tensos: ¿acaso no podría darse cuenta la gente de qué están hablando?
—Tranquilos —dice el bardo nuevamente—. Nadie está preocupado por nosotros: todos volvieron a sus comidas y sus conversaciones.
El grupo se da cuenta entonces de que ha regresado el barullo habitual de “El Lobo Perezoso” y nadie está pendiente de lo que ocurre en su mesa, como si el bardo nunca hubiese cantado. Sin embargo, los héroes siguen mirando al bardo con desconfianza. ¿Se tratará de un mestizo traidor?
—Mi nombre es Nolweron Anatolio —empieza el bardo—. Quiero ayudarles en su misión.
—Perdón —le interrumpe Eleion—, ¿cómo sabes de nuestra misión?
—¿Por qué otra razón estarían en Villa del Roble, haciéndose pasar por humanos?
Los héroes no contestan. Nolweron continúa hablando.
—No importa hacia donde los lleve su viaje: todo camino que tomen converge siempre en la misma persona. ¿Saben a quién me refiero?
Los héroes asienten.
—El destino del imperio florentino está íntimamente ligado a esta persona. Este hombre está convencido de ser el heredero de una época de oro, época que intentará revivir a como dé lugar. Está convencido de que es el último descendiente de una dinastía de reyes y que su lugar está en un trono que ha ambicionado por siglos, pero al que no podrá acceder hasta que la paz vuelva a Kraëtoria.
—¿Por qué tiene que esperar hasta la paz? —pregunta Ghoreus.
—Porque así lo ha dicho la profecía: no debe forzar su coronación si desea ser rey. Debe hacer lo que debe hacer y dejar que el río fluya como debe fluir. Y donde el río debe desembocar es en la paz entre razas.
—¿De qué profecía hablas? —pregunta Anädtheleth.
—Eso deberán descubrirlo ustedes. Por eso he venido a su mesa.
El bardo saca dos copas de su mochila: una de plata y una de oro. A continuación llama a la mesera, le pide otra copa y una botella de su mejor vino.
—Escúchenme, héroes de Gallen, conquistadores del Molodroth, exiliados de su propio pueblo. No estoy aquí para pelear con ustedes: vengo a darles pistas que les ayudarán en su misión.
—¿Por qué a nosotros? —pregunta Eleion.
—Porque son los únicos que pueden servir de nexo entre ambos mundos: conocen a su respectiva raza y han vivido lo suficiente entre los florentinos para comprender que ellos también sufren con la guerra... aunque les duela admitirlo —termina, mirando a Ylla.
La mesera regresa con una copa de estaño y la botella de vino. Nolweron sirve vino en las tres copas, luego las toma en su mano y se esconde tras su capa. Unos segundos después posa las tres copas sobre la mesa y dice:
—Sólo una de estas copas tiene una gota de ambrosía, el néctar que beben los dioses. Las otras dos tienen un veneno que torna más débil a quien lo bebe. Uno de ustedes deberá escoger una copa y beber su contenido. Si ese alguien bebe de la ambrosía, no sólo les daré una pista que les ayudará en su misión, sino que además el bebedor recibirá una bendición de los dioses. Ahora, lean atentamente lo que dice cada copa.
Los héroes se acercan a las copas. La copa de oro tiene dos inscripciones grabadas en runas enanas que dicen:
—La ambrosía no está aquí
—El verdadero nombre del maestro de Dragore es Az-Dahak
La copa de plata tiene dos inscripciones grabadas en runas élficas:
—La ambrosía no está aquí
—La ambrosía sí que está en la copa de estaño
La copa de estaño tiene dos inscripciones en latín:
—La ambrosía no está en la copa de oro
—El verdadero nombre del maestro de Dragore es Nivggorod
Nolweron observa a los héroes, quienes, atónitos, intentan descifrar el significado de esas afirmaciones.
—Ninguna de las copas tiene más de un enunciado falso. Ahora, ¿en qué copa está la ambrosía y quién se atreverá a beberla?

11 pelambres:

Unknown dijo...

Eleion toma la copa de estaño,


porque es la mas humilde, y.. oh, rayos, eso era de indiana jones.


..toma la de estaño, porque el verdadero nombre del maestro de dragore es Granamüyr, y tomando en cuenta que solo hay una frase verdadera, queda claro que no es la de oro, y cualquiera de las dos frases de la de plata conducen a la de estaño, considerando que ya no esta como posibilidad el oro.

Se arriesga, antes de que alguien pueda salir dañado.

Clo dijo...

Miarlith (en forma de can, obvio) siente una desconfianza profunda por el bardo que encanta con sus palabras y su música como si fueran magia.

Sin embargo, al oír el acertijo, deja que su instinto la guíe y se acerca a la copa de plata... pero Eleion se adelanta y toma la de estaño.

La druidesa tiene un mal presentimiento y el recuerdo de la muerte de Kalandril le hace gemir.

Dusty dijo...

Anädtheleth pone cara de ¡Yikes!

Jorge Román dijo...

Eleion bebe de la copa de estaño.
El vino le parece dulce y suave en su garganta, hasta que, súbitamente, siente una comezón en sus brazos y su espalda, como si mil hormigas caminaran debajo de su piel...

Jorge Román dijo...

...y entonces, Eleion se siente distinto...

Jorge Román dijo...

[Eleion aumenta su puntuación de Destreza en 2 puntos]

Jorge Román dijo...

El bardo mira a Eleion con una sonrisa.
-Escogiste bien, Eleion Dunadan. Pero me parece que tu correcta elección estuvo más relacionada con la suerte que con tu ingenio. Granamüyr no es el verdadero nombre del maestro de Dragore... Y cuando dije que ninguna de las copas tenía más de un enunciado falso, quería decir que o eran los dos verdaderos o había sólo uno falso.
El bardo suspira y mira a los héroes.
-Pese a ello, han pasado la prueba y son dignos de continuar su búsqueda.
Nolweron toma el arco de su viola y toca unos breves compases que reverberan en el aire, como si fueran luces.
-Les contaré una historia: la historia de un hechicero llamado Theodorus y su discípulo, Numeriano de Iliria, más conocido como "Víbora"...

[continuará en el próximo capítulo]

Gino Stock dijo...

Bueno, un heroe sin suerte.. es un heroe muerto.


De cualquier forma...


YUPI!!



Eleion, comienza a mirar muy extraño a las hormigas desde ahora...

Gino Stock dijo...

oye?, puedo haber tomado la copa con estilo? y puede haber sido la reaccion estilosa?

(recuerda..)

Dusty dijo...

Orale! Yo ya veía que el guerito estiraba la pata, no?...


Yo iba a escoger la misma! Pero también lo entendí como Gino...

Clo dijo...

** whimpers **

Miarlith hace una nota mental: cuando esté en forma animal, seguir el instinto animal, no el druidíco.

Cerca de Ylla, la druidesa (en forma perruna) se esconde de la vista de los demás, sin dejar de oír atentamente las palabras del bardo.