miércoles, 15 de agosto de 2007

Si yo fuera el Señor del Mal...

La batalla ha concluido. El héroe, apenas herido, besa a la chica y escapan juntos de la guarida secreta del malo maloso que murió en la más infame de las ignominias. Y nosotros, como espectadores, quedamos frustrados porque el villano no fue lo suficientemente astuto, o se confió demasiado, o tenía la destreza de un caracol borracho en la batalla final. Pues bien, aquí algunas ideas para que el Mal finalmente triunfe sobre el Bien: ¿qué haría o dejaría de hacer si yo fuese el Señor del Mal?

—Mis conductos de ventilación serían demasiado pequeños como para arrastrarse por ellos.
—Mi noble hermano bastardo, cuyo trono usurpé, sería asesinado y no encarcelado en secreto en una celda olvidada de mis mazmorras.
—El artefacto que es la fuente de mi poder no sería guardado en la Montaña de la Desesperación más allá del Río de Fuego custodiado por los Dragones de la Eternidad: estaría en mi caja fuerte.
—Cuando el líder de la rebelión me retara a un combate personal y me preguntara: “¿o tienes miedo sin que tus ejércitos te respalden?”, le respondería “no; lo que tengo es sentido común, no miedo”.
—Cuando hubiera capturado a mi adversario y él dijera: “mira, antes de que me mates, ¿podrías explicarme al menos qué es lo que pasa?”, yo le diría que no y le dispararía.
—No ordenaría a mi hombre de confianza que matara al niño destinado a derrocarme: lo haría yo mismo.
—Estaría seguro de mi superioridad: no sentiría ninguna necesidad de demostrarla dejando pistas en forma de acertijos o dejando vivos a mis enemigos más débiles para demostrarles que no suponen una amenaza.
—Uno de mis consejeros sería un niño común y corriente de cinco años. Cualquier fallo en mi plan que fuera capaz de detectar sería corregido antes de llevar el plan a cabo.
—Después de matarlos, todos mis enemigos serían incinerados o al menos desmembrados y llenados de balas. No los dejaría solos para que murieran desangrándose en el fondo de un pozo.
—Mis agentes encubiertos no tendrían ningún tatuaje o distintivo que les identificara como miembros de mi organización. Tampoco les pediría que llevaran botas militares ni ninguna prenda de vestir reglamentaria.
—El héroe no tendría derecho a un último beso, último cigarrillo o a cualquier forma de última voluntad.
—Nunca emplearía un dispositivo digital de cuenta atrás.
—Si encontrara que este último es absolutamente inevitable, lo programaría para activarse cuando llegara al 117, justo cuando el héroe estuviera poniendo su plan en marcha.
—Nunca usaría la frase: “pero antes de matarte, hay una sola cosa que quiero saber”. Simplemente lo mataría.
—No tendría un hijo. Aunque su intento muy mal planeado de usurpar mi poder fallara con facilidad, podría suponer una distracción fatal en el momento crítico.
—No tendría una hija. Aunque fuera tan bella como malvada, bastaría una mirada a la recia apariencia del héroe para que traicionara a su propio padre.
—De hecho, procuraría hacerme la vasectomía antes de iniciar mi malvada carrera del mal. Y obligaría a todas mis amantes a tomar píldoras, por si las dudas.
—Nunca usaría la frase “no, esto no puede estar ocurriendo: ¡soy invencible!”. Después de ella, la muerte es casi instantánea.
—Aunque funcionara perfectamente, nunca construiría ninguna maquinaria que fuese completamente indestructible, salvo por un pequeño punto vulnerable, prácticamente inaccesible.
—Ninguno de los sistemas de computadora de mi fortaleza funcionaría con un computador central, sino que funcionaría en red.
—Asimismo, la energía de mi fortaleza indestructible no dependería de un generador central, sino de una red de generadores interconectados que pueden funcionar independientemente uno de otro. Y no, no se produciría una reacción en cadena si se destruyera sólo uno.
—Vestiría con ropas de colores brillantes y alegres: sería mi guardaespaldas personal el que iría siempre de negro, con el rostro cubierto.
—Todos los magos divagantes, terratenientes pobres, bardos sin talento, ladrones cobardes y enanos torpes serían ejecutados en forma preventiva: esto le quitaría el alivio cómico a mis potenciales enemigos, haciéndoles desistir de su misión para derrocarme.
—No me enfurecería ni mataría a un mensajero que trajera malas noticias sólo para demostrar lo malo que soy: los buenos mensajeros son difíciles de encontrar.
—No utilizaría malvados planes que se basaran en que el grupo de héroes deba entrar a mi sancta sanctorum para poder funcionar.
(transcrita y modificada en parte de una lista de Peter Anspach)

3 pelambres:

Clo dijo...

Y si yo fuera la mala malosa, aparte de permanecer fuera del conocimiento público (o sea, mandar desde las sombras), también me preocuparía de borrar de manera sútil todo héroe, mártir, mito, fantasma, leyenda u artefacto capaz de derrocarme. Nada de grandes batallas épicas con espectadores, tsk, tsk. E inventaría toda una nueva historia fundacional para legitimar mi tiranía amable.

Dusty dijo...

Jijiji....

Y si yo fuera mala malosa tendría un latigo =)

No me gustó eso de matar al alivio cómico de los heroes. Sería muy efectivo para el malo maloso, pero ¿qué haríamos sin un Ghoreus sacrificando su sabiduría y un Kalandril usando un tapete de paracaídas? Esos son los momentos que le dan sentido a la aventura =)

Myriam dijo...

Si yo fuera mala... mmm... gozo pensando que, de alguna forma sí lo soy... ñaca ñaca... (o por lo menos en algunas circunstancias y para alguna gente)