jueves, 7 de junio de 2007

Sesión del 18 de marzo del 2007

18 de febrero del 1632 (3003 según el calendario florentino)

—Numentarë y Miarlith se turnan para vigilar la comisaría donde tienen prisioneros a los elfos. Esperan que aparezca una caravana o algo así que se los lleve a donde sea que se los están llevando.

—Mientras tanto, el resto del grupo trata de buscar a Puño de Ogro para darle una lección. Se contactan con Silvina para pedirle ayuda. Ella se niega a darles alguna conexión: todos los que lo han buscado para saldar cuentas terminan muertos. Además, les revela el verdadero nombre del cazador: Ángel Floresti. Les pide que por favor no le cuenten nada a Tip, ya que él no sabe que Puño de Ogro es Ángel y éste asesinó a varios amigos de Tip hace diez años (Carla Cori, Raquel Tintoretto y Sandro Bornel). Si Tip descubre que es él, sería capaz de salir en su búsqueda. Silvina trata de evitar eso por todos los medios: sabe que Puño de Ogro lo mataría de inmediato. Silvina les cuenta además que por lo que ha averiguado con las prostitutas del distrito Poniente, Puño de Ogro no se ríe ni con las papas fritas. Ni siquiera pone cara de placer cuando está en lo mejor. Además, al parecer Puño de Ogro no se encuentra en la ciudad: está de cacería.

—Los héroes deciden esperar mientras ocurre algo en la ciudad. Mientras tanto, Hathol y Ghoreus compran ingredientes de pólvora para hacer “bombas”. Anädheleth seduce a un joven estudiante de biología de Ravena y hace que le compre vestidos y joyas. La elfa se aprovecha usando sus pendientes mágicos y hace que el joven, Julio Marconni, gaste hasta su última moneda en ella, sólo para que ella después lo deje de lado. Él, sin embargo, un caballero que intenta seducirla con poemas y bellas palabras, la deja invitada a casa de sus padres, en Ravena, para que lo visite cuando desee.

—Eleion, mientras tanto, decide usar sus conjuros para ganar algunas monedas en una casa de juegos. Allí se encuentra con Tip, quien le da algunos consejos para jugar, hacer trampa y ganar sin que se note mucho. Eleion sale ese día con buenas ganancias.

—El 23 de febrero pasa algo: ese día, temprano en la mañana, se produce agitación en el distrito Oriente: la Inquisición ha atrapado a una bruja y van a quemarla en público. Los héroes (salvo Miarlith y Numentarë, que están vigilando la comisaría) van a mirar. Una pira en medio de la plaza, una mujer de unos treinta y tantos, encadenada, rodeada de sacerdotes de Zeus y algunos hechiceros de la Orden Púrpura, entre ellos Justino Marconti, Gran Maestro. La gente pifia a la mujer y apoya las acusaciones del sacerdote, quien declara que la mujer es culpable de brujería y simpatizante de elfos. Todos quieren que se vaya a la hoguera. Todos menos un par: Tip y Beatriz, que se encuentran entre el público.

—Finalmente la llevan sobre la pira y la encienden. Los héroes, que temen las consecuencias si son descubiertos y se van. Sólo queda Eleion mirando. Es entonces cuando una saeta sale de entre la gente y se clava en el cuello de la “bruja”, quien muere instantáneamente. La gente y los Inquisidores se quejan: ¿quién ha impedido el justo castigo? Alguien indica a Beatriz, que está escondiendo su ballesta, y se produce una trifulca. Eleion usa la Varita de Maravilla sobre los inquisidores: un aura de ira los azota y se empiezan a pelear con el público. El único que no es afectado es Justino, que mira a la gente buscando al que lanzó ese conjuro. Eleion se esconde en la multitud y trata de escapar con Beatriz. Un hombretón toma a Beatriz de la capa y trata de impedir su escape. Tip le pega un puntapié al hombre y lo acusa de “amigo de brujos”. Se arma otra pelea. Aprovechando la confusión, Eleion y Beatriz se escapan.

—Eleion y Beatriz se refugian en una miserable casucha, en un callejón. Les recibe una viejita muy amable, que les ofrece té. Beatriz se pone a llorar: la “bruja” era una amiga muy querida, su maestra, en cierto sentido. Le da las gracias a Eleion y le advierte que Justino Marconti puede rastrear las estelas mágicas, así es que debe tener cuidado. Le sugiere utilizar conjuros que oculten las auras mágicas para que los Hechiceros Púrpura no lo encuentren. Eleion sigue su consejo, pero antes la consuela y conversa con ella. Ella le dice que no debe quedarse más en Villa del Roble o podrían dar con él, así es que le ofrece ayuda para trasladarlo donde unos campesinos amigos de “Los Dados” para que se quede hasta que se calme la situación. A cambio, le pide sólo que compre algunas cosas para ellos. Eleion acepta.

—A causa de los incidentes, esa noche se declara toque de queda. Inquisidores y Hechiceros Púrpura patrullan la ciudad y revisan casas al azar. Los héroes entienden que es peligroso seguir allí, así es que deciden irse a una posada del distrito Poniente antes de la caída del sol. Cuando se están yendo, se encuentran a Tip (con un ojo en tinta), quien les ayuda a salir del distrito Oriente sin llamar mucho la atención, mientras Marconti está investigando las casas.

—El grupo cruza el puente. Al otro lado son detenidos por una patrulla y un Hechicero Púrpura, quien los interroga. El grupo se hace pasar por cazadores de elfos y le entregan a los guardias el documento válido por una recompensa por orejas y un niño elfo. Anädheleth seduce al hechicero con sus pendientes para que les dejen pasar sin mucho problema. Pero éste se entusiasma y decide invitarlos a tomar un té. Luego de una incómoda conversación, el hechicero se da cuenta de que ellos no son cazadores, por lo que les tiende una emboscada: el grupo debe enfrentarse a dos Hechiceros Púrpura y tres guardias de elite. Aunque la pasan mal —Ghoreus es paralizado, Ylla cae bajo un conjuro de desesperación, Hathol bajo uno de idiotez y Anädheleth queda al borde de la muerte—, finalmente consiguen sobreponerse y salir de la torre de guardia. En la huida, un par de soldados les disparan con sus rifles y hieren a Hathol. Finalmente consiguen escapar.

—La noche está cayendo rápidamente, así es que el grupo decide salir de la ciudad por la puerta norponiente para evitar las patrullas. Cuando llegan, la guardia está cerrando las puertas, pero Anädheleth consigue convencer a los guardias de que los dejen salir. El grupo finalmente consigue alejarse de Villa del Roble y camina hacia el norte buscando un refugio para pasar la noche.

—En el camino, Hathol, Anädheleth, Ylla y Ghoreus se encuentran con Eleion, quien acompaña a un campesino y su mula. Ya es de noche, pero el campo, cubierto de nieve, está claro. El grupo llega hasta el rancho del campesino y piden hospitalidad a él y su mujer. Éstos aceptan, pero les advierten que, salvo por Eleion (el único contemplado), deberán dormir en el granero. Pequeños incidentes: Anädheleth seduce al campesino con sus pendientes y éste queda prendado, pero su mujer se enfada con la montaraz; el hijo de los campesinos, un mozuelo de unos quince años, se enamora de Eleion, el alter ego humano de Eleion.

—El grupo se mantiene en contacto con Miarlith y Numentarë gracias a Nevar, que hace de mensajero entre ambos grupos. Éstos les informan que hay agitación en la ciudad, pero que a ellos no les han molestado.

—24 de febrero por la mañana: Miarlith, quien vigila la prisión acompañada de Shasta, escuchan un barullo afuera: acaban de traer un nuevo prisionero. Miarlith lo reconoce: es Keldor, un elfo verde amigo de Ylla.

—Más tarde, llega a la prisión el mismísimo Theodorus, quien hace una inspección de los elfos. Miarlith, asustada, retrocede y se esconde en una grieta. Su olfato, aguzado por su forma de serpiente, le permite detectar el olor característico de Theodorus: una mezcla de exquisitos perfumes y... sangre. Sangre de elfo. Como si su cuerpo tuviese mucha más sangre de la que debiera tener. El perfume es para disimular el terrible olor. Escucha que Theodorus está conforme con los prisioneros. Ordena a los guardias que preparen a los elfos para llevárselos de allí.

—Afuera, ha llegado una carroza. Está manejada por un enorme tipo cubierto con ropas anchas y una capa de pieles. Su rostro está completamente oculto tras una máscara de porcelana blanca. Miarlith está asombrada: el tipo parece medir dos metros y medio. Le acompaña una anciana humana, vestida con una túnica azul. La carroza es escoltada por cuatro jinetes en armadura completa, con estandartes púrpuras en los que se ve el símbolo del Imperio: un león alado bordado en hilo de oro. Theodorus conversa animadamente con la anciana y se sorprende con una noticia que ella le da. Miarlith no consigue recoger ningún fragmento de la conversación, pero el hechicero se muestra complacido. Luego de un rato, los guardias llevan a los prisioneros a la carroza, encadenados, y los encierran. Antes de que la carroza parta, Shasta se desliza hasta ella y se refugia en su interior. La carroza parte.

—Miarlith y Numentarë se reúnen en un parque cercano. Numentarë le informa que el nuevo prisionero, Keldor, fue llevado por Puño de Ogro, quien cobró una suculenta recompensa por él y las orejas de elfo que llevaba consigo. Luego de trazar rápidamente un plan de persecución, Miarlith se convierte en lechuza blanca y sigue la carroza desde el aire. Numentarë parte tras ella, a distancia prudente para no ser descubierto. Poco antes de que salgan de la ciudad, empieza una ligera nevada.

—Avisado por Nevar, el grupo se entera del viaje de la carroza y la dirección que lleva: hacia el norte. Desde la ventana del rancho, los héroes ven pasar a lo lejos la carroza y sus escoltas. Esperan que pase un rato y salen a encontrarse con Numentarë. Agradecen a los campesinos su hospitalidad. Hathol deja a los campesinos 5 lucianos en agradecimiento. Estos quedan más que complacidos.

—El grupo se reúne con Numentarë. Nevar sigue la carroza a buena distancia (lo suficiente para verla sin que lo vean a él), mientras Eleion y Ghoreus siguen el paso a un kilómetro de Nevar, lo suficiente para no perder contacto con él. Numentarë e Ylla fuerzan la marcha y caminan a través de los campos, al oeste del camino, para tener otra perspectiva y no quebrar la distancia que mantiene al arquero arcano en contacto con su familiar. Hathol y Anädheleth están en la retaguardia, siguiendo las huellas de la carroza para no perder la presa.

—La carroza arriba a un pueblo campesino poco después del anochecer. El grupo arma campamento —sin fuego— a una distancia prudente del pueblo, sobre una colina y escondido junto a una pequeña arboleda. Miarlith se deja vencer por el sueño: no ha dormido en casi dos días. Ghoreus le sigue pronto, mientras el resto del grupo se reparte las guardias. Gracias a Nevar y Shasta, el grupo vigila la posada donde descansan los viajeros de la carroza. A la mañana siguiente, poco antes del amanecer, la carroza continúa su viaje. Los héroes continúan entonces su marcha. Ha nevado toda la noche y los campos están cubiertos de un incólume manto.

—Unas cuantas horas después de mediodía, la nieve finalmente se detiene. A lo lejos, a unos cuantos kilómetros, Miarlith (en forma de lechuza) alcanza a vislumbrar un banco de niebla. Le informa a sus amigos y luego continúa su vuelo, tratando de determinar la dirección de la carroza. El grupo no sabe qué hacer: ya no podrán espiar la carroza desde el aire y lo único que les quedará es seguir las huellas y que Numentarë mantenga la distancia de contacto con Shasta. Ghoreus y Eleion, con un tranco largo gracias a sus botas mágicas, son los primeros en penetrar al banco de niebla, siguiendo las huellas en la nieve. El resto del grupo le sigue con más de media hora de diferencia. Cuando entra en la niebla, Numentarë ya ha perdido contacto con Shasta.

—El grupo avanza por una niebla espesísima, que no deja ver a dos metros de distancia. Desde el primer momento, Ylla comprendió que se trataba de la niebla que rodea siempre al castillo Horia, el refugio de Theodorus. Y no está equivocada.

—Acelerando un poco el paso, Ghoreus y Eleion alcanzan a oír el desplazamiento de la carroza entre las colinas y los árboles que les salen al paso. No saben dónde están, ni adónde se dirigen. Sus amigos, unos kilómetros más atrás, sí lo saben: están llegando al lago Trichonis, allí donde se encontraba el castillo Horia la primera vez que Ylla lo visitó, en compañía de su antiguo grupo. Ghoreus y Eleion reducen el paso: no quieren que los viajeros los descubran. Después de un tiempo que parece interminable, finalmente salen de la niebla. Sobre ellos, el cielo azul, que empieza a teñirse de crepúsculo. Ghoreus y Eleion trepan sobre una colina y se esconden tras unos arbustos cubiertos de nieve. Mirando hacia arriba se dan cuenta de que están en un ojo de cielo: la niebla todavía se extiende a su alrededor, como un muro circular. El centro es un enorme castillo de mármol azul, con doce espigadas torres con cúpulas de cristal, que reflejan la luz del crepúsculo. El castillo se asienta sobre un promontorio rocoso, en medio de un lago de aguas oscuras. La carroza avanza directamente hacia el castillo, aunque el lago sólo está congelado un centenar de metros y el hielo no parece muy sólido. Mientras la carroza avanza, empieza a formarse niebla alrededor del castillo. Cuando ya está sobre el hielo, la niebla toma forma de un puente y la carroza avanza sobre él, sin detenerse. Las puertas del castillo se abren, la carroza entra en él y se cierran sin emitir ningún sonido. El puente de niebla se disipa como si de simple niebla se tratase. Mirando la bella y sólida construcción, a Ghoreus le parece haber visto un estilo arquitectónico parecido: en Thanödariánn, la ciudad de los elfos oscuros.

—Mientras observan el imponente castillo, Eleion ve una criatura que se arrastra hacia ellos: es Shasta, que se desliza sobre la nieve y finalmente trepa por la pierna de Eleion, buscando refugio contra el mordiente frío. El elfo recibe gustoso a la serpiente, mientras espera que llegue Numentarë con el resto del grupo. ¿Cómo harán ahora para entrar al refugio del hechicero más poderoso de Kraëtoria?

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